Lecciones mínimas sobre solidaridad y riesgo moral en el sistema financiero
Las cosas sucedieron de la siguiente manera: en medio de una euforia inmobiliaria algunos inversionistas, en principio proclives al riesgo, deciden ampliar sus portafolios prestando a personas marginadas del sistema financiero recursos para la financiación de sus proyectos individuales de vivienda, a una tasa media de interés mayor que la de mercado. Los títulos de deuda, que fueron un éxito en ventas porque las tendencias indicaban que el sector inmobiliario iba en alza, (y que las hipotecas serían pagadas con creces) son luego empaquetados con otros activos y ofrecidos en otros mercados a otros inversionistas; éstos luego de un tiempo, observan que la rentabilidad esperada de los bonos es mucho menor que la prometida y, en estampida, acuden a las bolsas de valores a realizar, al precio que sea, sus bonos. Como siempre sucede en los mercados de valores cuando aparece un rumor indicando que las cosas van mal, el ambiente se torna malsano, las expectativas se estrechan, las tasas de redescuento se elevan, algunos prestamistas quiebran mientras que, al mismo tiempo, las hipotecas se liquidan y, muchas de las viviendas que habían sido financiadas con los préstamos de condiciones subóptimas, son entregadas en dación de pago o son subastadas por los propietarios de los títulos entre otros ávidos inversionistas que acumulan felices para los tiempos futuros, porque a pesar del revuelo mediático, el mercado inmobiliario es y será siempre un adecuado refugio para los adversos al riesgo.
Salvo detalles particulares de tiempo y lugar, los resultados socioeconómicos de los eventos narrados tendrían lugar en Colombia, a finales del siglo XX o comienzos del XXI. El asunto, sin embargo, tiene lugar en los Estados Unidos de América. La llamada crisis de los créditos hipotecarios subprime es entendida como un inusual aumento en las ejecuciones y embargos (foreclosures) de créditos hipotecarios subprime o de baja calidad que se inició a mediados 2006 y que amenazó con convertirse en una crisis financiera global en agosto de 2007. Al lado de los dramas humanos de los deudores hipotecarios individuales que en los Estados Unidos han debido entregar sus casas en dación de pago, los mercados globales de valores experimentaron un inusitado estremecimiento que amenazó con presionar al alza las tasas interbancarias, desincentivar la inversión, el consumo y el crecimiento y, de contera con una recesión de alcance global.
En medio de una euforia inmobiliaria algunos inversionistas, en principio proclives al riesgo, deciden ampliar sus portafolios prestando a personas marginadas del sistema financiero recursos para la financiación de sus proyectos individuales de vivienda, a una tasa media de interés mayor que la de mercado.