Alimentos para la paz: integración campo - ciudad. Resultados III foro internacional de desarrollo económico
Alimentos para la paz: integración campo - ciudad. Resultados III foro internacional de desarrollo económico
“El bienestar humano pasa por el derecho universal a una alimentación de calidad para todos. Si bien es cierto que una parte de la humanidad está sufriendo la obesidad y las enfermedades causadas por el exceso de comida, también es cierto que hay más de mil millones de desnutridos y la vergüenza de las muertes por hambre aún no ha sido eliminada en el mundo. La obesidad y el hambre son las dos caras de la misma moneda, son el símbolo del fracaso de un sistema alimentario global basado principalmente en la producción industrial, que depende en gran medida de los recursos energéticos fósiles. Nunca como en este momento hay una necesidad de cambiar un sistema alimentario que destruye el medio ambiente y la dignidad de los trabajadores en los campos y los alimentos. Ser capaz de mirar atrás, hacía nuestras tradiciones y los sistemas de producción y de consumos de alimentos más sostenibles no es estúpida nostalgia. La reintroducción de sistemas de producción y consumo local de alimentos es la respuesta para nutrir el planeta, es creación de verdadera democracia, e implica la participación de todos para el bien común.”[1]
Lo anterior no es más que la realidad que enfrentan las naciones, los territorios y los habitantes, plasmada en unas frases. En un mundo donde los niños mueren por escasez de alimentos, la tierra es un lugar de despojos y los adultos se debaten entre la migración a la ciudad en busca de nuevas oportunidades o la permanencia en sus tierras siendo victimizados por grupos armados; es imperante que se tomen cartas en el asunto y se asuma con gran rigor la responsabilidad que tenemos no como gobernantes, académicos o empresarios sino como ciudadanos que procuran el progreso y desarrollo de su ciudad.
Adicionalmente, el subdesarrollo en Colombia ha dejado huellas sociales y económicas enmarcadas en una amplia brecha entre el campo y la ciudad, donde la tierra se labra con herramientas precarias, sus habitantes realizan prácticas poco sostenibles y el alimento que se produce no alcanza siquiera para el autoconsumo ni la generación de ingresos suficientes. Esto obliga a los gobiernos a orientar los instrumentos de política hacia la interacción de los actores y su inclusión efectiva en la cadena productiva de la ciudad.
Para adquirir herramientas que permitieran a los gobiernos cumplir con este fin, el pasado 19 de marzo, la Secretaría Distrital de Desarrollo Económico, a través del Observatorio de Desarrollo Económico, promovió la realización de su III foro internacional: Alimentos para la paz: integración campo - ciudad. En este espacio, la discusión acerca de la paz se presentó como una oportunidad muy importante para el país y particularmente para Bogotá, que desde la administración distrital tiene una posición clara al respecto. El logro de ideas concretas y con posibilidad de traducirse en estrategias de política pública en materia de seguridad alimentaria, de desarrollo rural y agropecuario y de garantías para la población víctima del desplazamiento forzoso.
Asimismo, los foros de desarrollo económico buscan sensibilizar y difundir las opciones de política pública a partir del conocimiento de las experiencias de otras áreas metropolitanas del mundo, y teniendo en cuenta que en la actualidad el Gobierno Nacional se encuentra negociando la paz con la guerrilla de las FARC[2] y varios actores nacionales comienzan a reclamar escenarios ‘post conflicto’, se invitó un conjunto de expertos para que compartieran sus experiencias a fin de generar recomendaciones que ayuden al fortalecimientos de los proyectos distritales en el desarrollo rural de Bogotá y su articulación con la dinámica de la ciudad.
Los expertos, Óscar Marmolejo[3], Josué Gastelbondo[4] y Andrea Amato[5] fueron los invitados internacionales. El primero enfocó su presentación en el modelo “Comunidades Productivas Sostenibles”; el segundo en el “Estudio de caso de la asociación libre de maricultores de Jurujuba – Almarj – Niterói, Rio de Janeiro – Brasil” y finalmente, Andrea Amato compartió la experiencia “Slow Food[6] en la creación de cadenas cortas de producción y consumo de alimentos.
Conocer estos modelos implementados en ciudades con flagelos similares a los de Bogotá permitió la identificación de falencias y oportunidades en materia de política pública en los programas de intervención de la administración actual.
Experiencia local e internacional
La administración Distrital le ha apostado con gran ímpetu al desarrollo de la región vista como la fuente del abastecimiento de la ciudad, donde 33% de los alimentos provienen del primer anillo, 44% del segundo y 23% del tercero. Lo anterior, a través del Plan Maestro de Abastecimiento y Seguridad Alimentaria para Bogotá Distrito Capital (PMASAB) que tiene como objetivo “regular la función de abastecimiento alimentario del Distrito Capital de Bogotá para garantizar la disponibilidad suficiente y estable del suministro de alimentos, con calidad, con criterio nutricional y con acceso de manera oportuna y permanente, reduciendo el precio y fortaleciendo los circuitos económicos urbanos y rurales.
De igual forma pretende garantizar un efectivo aprovisionamiento por parte de la población y la comercialización de productos de la canasta básica de alimentos a precio justo y al alcance de todas y todos, articulando la producción distrital, regional y nacional a la demanda integrada de alimentos por medio del desarrollo de procesos transparentes y confiables y de la conformación de una red de equipamientos de apoyo al sector.” [7]
Al respecto, el Secretario de Desarrollo Económico, Carlos Simancas, manifestó en su presentación que la seguridad alimentaria de la ciudad es tal vez el primer elemento de intervención de la Política Pública de Seguridad Alimentaria, lo cual solo podrá lograrse con la consolidación de la oferta y la demanda y la organización de la cadena. Teniendo en cuenta las cifras del Ministerio de Transporte que señalan que a Bogotá entran 5 millones 100 mil toneladas de alimentos al año, de los cuales 3 millones 300 mil corresponden a granos y procesados y 1 millón 800 mil son frutas y verduras, queda claro que el insumo existe y que Bogotá es un gran afluente de alimentos. Por dichas razones, desde la Secretaría Distrital de Desarrollo Económico (SDDE) se han tenido unos primeros acercamientos con los programas de empresarización rural y de mercados campesinos.
La estrategia de empresarización rural puntualiza muy bien el tema del desarrollo regional, a través del fortalecimiento de la economía campesina que provee de alimentos a Bogotá y del cumplimiento de unos requerimientos mínimos como calidad, cantidad y frecuencia necesaria para satisfacer una determinada demanda. Particularmente, la implementación de la ley orgánica de ordenamiento territorial ha beneficiado en gran medida esta estrategia al abrir nuevas oportunidades de inversión a las ciudades, que ahora tienen la posibilidad de intervenir y destinar recursos económicos por fuera de su territorio.
Desde el año pasado, la SDDE con el apoyo de la Universidad de los Llanos, la Universidad del Tolima, la Universidad de Cundinamarca y la Universidad Nacional, ha empezado a implementar esta estrategia en la región, logrando la suscripción de convenios para el fortalecimiento campesino con los Departamentos de la región Central.
Igualmente, se pretende dar solución al principal obstáculo que impide el funcionamiento eficiente de la cadena de abastecimiento, la desarticulación de la oferta con la demanda. Para ello, el programa de empresarización rural apoya al campesino en su formalización y formación académica, en el mejoramiento de los procesos productivos, en asesoría para la asociatividad, en el uso de buenas prácticas agrícolas y medioambientales y más importantes aún, en su inclusión al mercado.
Siendo poco el tiempo transcurrido desde su implementación, a diciembre de 2013 la Secretaría de Desarrollo Económico con una inversión de $5,500 millones, cuenta con 68 municipios intervenidos en la región central, 1,161 asociaciones fortalecidas y 7,100 productores campesinos beneficiados.
Por su parte, los mercados campesinos son una alternativa que contribuye igualmente a la Política de Seguridad Alimentaria que busca la interacción directa entre productores y consumidores, comercialización a precios justos y la promoción de una cultura de alimentación sana y adecuada.
En consecuencia, esta estrategia se lleva a cabo cada 15 días en 14 parques de 8 localidades de la ciudad. Cuentan con la participación de 60 municipios de la región y disponen de 2 canales de distribución, presencial y mayorista. La Secretaría de Desarrollo Económico realizó en 2013, una inversión de $2,675 millones para el funcionamiento de los mercados, se transaron $4,930 millones y se beneficiaron 1,200 productores.
Estas experiencias aunque exitosas requieren de continuos procesos de mejoramiento, adaptación e inversión. En este punto, los modelos compartidos por Óscar Marmolejo y Andrea Amato cobran importancia. En Brasil por ejemplo, el proyecto mejillón rio, cultivo y procesamiento de mejillones de la localidad de Jurujuba logró sacar a 400 familias de la pobreza extrema, aumentar sus ingresos de 5 a 6 salarios mínimos para las personas cabeza de hogar y la inclusión de 140 mujeres al programa.
De este proyecto en particular, son varios los elementos a resaltar y que pueden ser objeto de aplicación a los programas impartidos por la Secretaría, como la diversificación de la cadena productiva, la institucionalización de los productos (miércoles, día del pescado en la merienda escolar) y la titularización de los predios para las personas de la comunidad.
Asimismo, para el caso de los mercados campesinos las acciones efectuadas por el movimiento Slow Food pueden ser muy inspiradoras a la hora de replicar ciertos aspectos en los instrumentos de los programas locales. De este modo, este modelo promueve la protección de la biodiversidad alimentaria, estableciendo vínculos entre los productores y los consumidores, y dando a conocer algunos de los temas más urgentes que afectan a sistema alimentario contemporáneo. Siendo el propósito de la asociación la salvaguardia de la biodiversidad agrícola y alimentaria que garantice un futuro al planeta y la humanidad, podemos decir que el propósito de este movimiento y el de los mercados campesinos son similares.
El movimiento Slow Food ha trabajado en con ahínco en la creación de huerto escolares y en la transmisión de saberes. En este sentido, este modelo que ha logrado expandirse promoviendo el uso de alimentos orgánicos, limpios, y enfocados a la elaboración de las recetas locales, nos deja 3 aspectos que deben ser considerados para su inclusión en nuestros proyectos, particularmente en los mercados campesinos, como la educación del consumidor que le permita ser más consiente respecto a su salud y la conservación del medio ambiente y que valore a su vez la calidad y todo el proceso productivo que traen estos productos consigo; la protección del campesino a través de la generación de espacios de promoción de sus productos y la definición del público objetivo.
La actividad productiva bogotana de cara al post-conflicto
Es indudable que la desigualdad es uno de los principales factores que generan violencia en un país. Colombia con 47 millones de habitantes concentra 60% de las tierras aptas para la producción en 1% de las familias ricas del país, de acuerdo con el reciente informe “Actores armados ilegales y procesos de restitución y reclamación de tierras en Colombia”.[8]
A esto se suma el hecho de que la titularidad de las tierras es ambigua y que las acciones que se dirigen en función del mejoramiento de estas condiciones, dependen de los partidos políticos y su enfoque. De este modo, lo anterior se reduce a una distribución inequitativa de la tierra, bajos ingresos, analfabetismo y una infraestructura rural pobre.
En el mismo informe, se plantea que “los grupos armados son quienes menos intereses tienen en que no se den los procesos de restitución de tierras a campesinos y comunidades; detrás de estos se encuentran actores legales que tienen intereses particulares sobre las tierras reclamadas”. Entre los involucrados se encuentran las personas que ocupan actualmente los predios, bandas criminales, guerrillas, pero principalmente grupos armados ilegales patrocinados por empresarios de las zonas para obstaculizar la restitución de tierras y favorecer el éxito de sus negocios.
Con este panorama, es difícil hallar una estrategia que permita darle a la tierra nuevamente su capacidad productiva y a las víctimas un retorno digno y seguro. Al respecto Ana Teresa Bernal Alta Consejera para las víctimas fue muy enfática al mencionar que Colombia tiene 6,773 personas desplazadas y que no se cuenta con una solo hectárea de tierra para ser entregada a esta población.
En este orden de ideas, resulta pertinente la siguiente reflexión: en caso de que el proceso de restitución de tierras se dé y las familias puedan regresar a sus casas, estas corren el riesgo de ser nuevamente victimizadas. Adicionalmente, la Alta Consejera puso en contexto el hecho de que un gran número de familias no desean volver a sus tierras, porque prefieren permanecer en la ciudad para formarse y desempeñarse en áreas diferentes a las agrícolas y por último, Bogotá afronta un gran reto en materia productiva si tenemos en cuenta que de las 163,633[9] ha aproximadamente de su superficie, solo 122,258 ha son rurales y dentro de estas cerca de 3.59% son aptas para la producción.
Conclusiones
Al final del día, la socialización de las experiencias locales e internacionales fue bastante enriquecedora, con la participación y retroalimentación de los actores presentes fue posible consolidar un conjunto de estrategias y recomendaciones para el caso de Bogotá, que sirvan para ser más asertivos en la toma de decisiones.
Las ideas generadas con la realización de la actividad se consolidan a continuación:Las acciones de política pública enfocadas al mejoramiento, de programas como mercados campesinos y empresarización rural en el caso de Bogotá deben considerar:
- La identificación del nicho de mercado.
- Promoción de la asociatividad basada en las capacidades y habilidades de la población del territorio.
- Desarrollo de planes de negocio.
- Planteamiento de resultados tangibles y de corto plazo.
- Articulación con otras entidades públicas y privadas
- Suscripción de pactos territoriales
- La destinación de un porcentaje de los presupuestos participativos para el fortalecimiento y desarrollo de las áreas productivas.
- Mejoramiento de la infraestructura e innovación en los procesos productivos.
- Estar a la vanguardia de los estándares de calidad.
- Dado que la Secretaría trabaja en temas comunes con otras entidades y dependencias, se debe establecer un polo de focalización, a fin de evitar el desarrollo de estrategias a la deriva o iguales a las de otros actores.
Promover la formación de un fondo de desarrollo rural, lo cual permitirá dirigir acciones no a un solo grupo sino a toda la cadena. Del mismo modo, el otorgamiento de créditos estará determinado por su destinación a actividades de desarrollo agropecuario.
Diversificar la cadena productiva, en el caso de la producción agrícola sería conveniente destinar los desechos y sobras de alimentos para la elaboración de repelentes y abonos orgánicos.
La titularización de los predios es una gran oportunidad para darle confianza y sentido de pertenencia a los campesinos, brindarles la posibilidad de trabajar en terrenos propios mejorará la disposición y actitud del campesinado frente al desarrollo de sus actividades.
Es necesario educar tanto al productor como al consumidor. Al primero respecto a su salud y la conservación del medio ambiente y al segundo brindándole las herramientas necesarias para su retorno a la tierra y conocimiento para transmitir los saberes.
Al igual que los precios, las preferencias alimentarias juegan un papel importantísimo a la hora de tomar decisiones de compra. Es necesario la implementación de estrategias de política que promuevan el consumo saludable. No obstante, para personas de ingresos bajos por motivos de precios esta no es una opción. De este modo, el logro de una cadena de abastecimiento eficiente permitirá comercializar los alimentos a precios más bajos y así podrán ser incluidos en una canasta básica de alimentos para estos grupos poblacionales.
Diseñar políticas de intervención para la población desplazada con miras a su inserción en el mercado de la ciudad y no en el retorno al campo.
Desarrollar estrategias de encadenamiento productivo en dos direcciones. La primera identificando los conocimientos de la región y las empresas cercanas que requieran de este tipo de habilidades para promover la contratación de la población del sector y la segunda capacitando a la población del sector de acuerdo a las necesidades de las empresas cercanas.
Finalmente, más allá de la teoría y la plática, la ciudad afronta dos grandes retos, la materialización de estas ideas y su eficiente ejecución, de tal forma que en materia de seguridad alimentaria y abastecimiento, logre en el corto plazo, la consolidación de la oferta de alimentos y la articulación de los actores y en largo plazo una cadena de abastecimiento eficiente, que brinde a los productores un trabajo permanente y sostenible y a los consumidores disponibilidad de alimentos y precios justos. De otra parte en el tema del post-conflicto, garantías para las víctimas del desplazamiento forzoso en su retorno al campo o en su inclusión en la dinámica productiva de la ciudad.
[1] Carlos Petrini, fundador del movimiento internacional Slow Food.
[2] Autodenominada “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia”.
[3] Asesor Técnico Principal de ONU-HABITAT.
[4] Historiador experto en desarrollo urbano sostenible y la vivienda.
[5] Coordinador de las actividades de Slow Food en América Latina.
[7] Adoptado por el Decreto 315 de 2006.
[8] Centro internacional de Toledo para la Paz
[9] Secretaría Distrital de Planeación
“El bienestar humano pasa por el derecho universal a una alimentación de calidad para todos. Si bien es cierto que una parte de la humanidad está sufriendo la obesidad y las enfermedades causadas por el exceso de comida, también es cierto que hay más de mil millones de desnutridos y la vergüenza de las muertes por hambre aún no ha sido eliminada en el mundo. La obesidad y el hambre son las dos caras de la misma moneda, son el símbolo del fracaso de un sistema alimentario global basado principalmente en la producción industrial, que depende en gran medida de los recursos energéticos fósiles. Nunca como en este momento hay una necesidad de cambiar un sistema alimentario que destruye el medio ambiente y la dignidad de los trabajadores en los campos y los alimentos. Ser capaz de mirar atrás, hacía nuestras tradiciones y los sistemas de producción y de consumos de alimentos más sostenibles no es estúpida nostalgia. La reintroducción de sistemas de producción y consumo local de alimentos es la respuesta para nutrir el planeta, es creación de verdadera democracia, e implica la participación de todos para el bien común.