Crisis mundial de los alimentos: los precios continuarán creciendo
Introducción
En los meses recientes se volvió costumbre escuchar que alimentos es el grupo que viene jalonando el crecimiento de la inflación en Colombia y que en muchos países del exterior el desbordado incremento de los precios de los alimentos ha provocado violentos disturbios y más grave aún, que de continuar esta tendencia cerca de 100 millones de habitantes del planeta entrarán a engrosar las filas de los sectores de la población que se encuentra en condición de pobreza extrema, situación que pone en peligro el crecimiento económico y la estabilidad mundial, amén de convertirse en un factor de riesgo para el cumplimiento de los objetivos del milenio, de los cuales uno es el reducir a la mitad la pobreza en el mundo en el año 2015.
El problema y sus posibles causas
Los precios de los alimentos a nivel mundial han sufrido notables aumentos en el pasado reciente. Así, entre enero de 2007 y abril de 2008 se registraron las siguientes variaciones de precios: 135% en el arroz, 41% en el maíz, 93% en la soya y 116% en el trigo. Según la Organización de las naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO los precios internacionales de productos alimentarios importantes, como cereales, lácteos y aceites vegetales, aumentaron en forma considerable durante el año 2007, situación que se ha mantenido o incluso profundizado en lo que va corrido del presente año.
Múltiples han sido los factores que justifican o explican los incrementos de precios de los alimentos, algunos de los cuales inciden sobre la oferta mientras que otros impactan directamente la demanda; unos son de carácter estructural mientras que otros son de tipo coyuntural.
Entre los factores que afectan la oferta se destacan el acelerado aumento del precio del petróleo (en los últimos 17 meses el barril del petróleo ha tenido un incremento del 107,6%, lo cual ha provocado notables crecimientos de precios en los costos de transporte y en los insumos agropecuarios, elevando los costos de producción e incidiendo desfavorablemente sobre la rentabilidad de la actividad agropecuaria), el calentamiento global (que ha convertido en extremos algunos fenómenos climáticos - inviernos – sequías -, incidiendo negativamente en los ciclos biológicos de miles de cultivos), el bajo nivel de inventarios (resultado del estancamiento de la producción de alimentos en años recientes y del incremento de la demanda), las restricciones a las exportaciones impuestas por algunos países productores y exportadores (como controles de precios y gravámenes a las exportaciones, para garantizar los abastecimientos de sus mercados internos, como en los casos del arroz, el trigo y la soya), las políticas proteccionistas de los países desarrollados a favor de sus agricultores (como subsidios, estímulos fiscales y aranceles prohibitivos, exigencias de tipo ambiental a los productos importados).
Entre los factores que afectan la demanda cabe destacar la creciente demanda de las economías emergentes (China e India, especialmente, para atender las necesidades de una población creciente), la expansión del mercado de biocombustibles[1] (especialmente a base de cereales, la cual ha estimulado la sustitución de cultivos), la especulación con los precios de los alimentos en los mercados de futuros – mecanismo alternativo utilizado por los grandes fondos de inversión para enfrentar la crisis inmobiliaria y lograr jugosas ganancias - y la pérdida de valor del dólar frente a la principal canasta de monedas.
La confluencia de los factores que inciden sobre la contracción de la oferta con los factores que estimulan la ampliación de la demanda, provoca el alza de los precios de los alimentos, en particular de los cereales.
Los elevados precios de los alimentos no se podrán reducir en el corto plazo, para lo cual se requeriría de una respuesta de la oferta que sea adecuada a la demanda observada, condición que es poco factible por las siguientes razones: i) la escasez de tierras cultivables, fértiles y con infraestructura que puedan ser incorporadas a la actividad productiva agropecuaria; ii) el estancamiento registrado a nivel mundial en las productividades de las variedades agrícolas tradicionales; iii) la resistencia a la eliminación de medidas proteccionistas adoptadas por los países desarrollados y/o productores para hacerle frente al crecimiento de los precios de los alimentos; iv) la resistencia a la producción y al consumo de los productos obtenidos a partir de cultivos genéticamente modificados; y, v) el impacto negativo que sobre la agricultura de los países en desarrollo provocó la política aperturista impulsada por el FMI y la banca multilateral.
Situación de Colombia
Colombia, desde luego, no ha sido ajena a la situación de crecimiento de precios de los alimentos que se viene registrando a nivel internacional; sería ingenuo afirmar que en el país no ha sucedido nada hasta ahora y que no seremos afectados por la crisis alimentaria que como una bola de nieve viene creciendo a lo largo y ancho del planeta, como en forma reiterada lo proclaman el Ministerio de Agricultura y algunos gremios de la producción agropecuaria.
La evidencia muestra que al país si lo está afectando la crisis alimentaria mundial, por cuanto, como resultado de la apertura económica[2], el país perdió su capacidad de autosuficiencia y es cada vez mayor su dependencia de las importaciones para satisfacer las necesidades del mercado interno: Colombia pasó de importar 754.446 toneladas de cereales en 1990 a 5´088.024 toneladas en el 2007, lo que equivale a una tasa de crecimiento promedio anual del 11,9%. En algunos productos la dependencia es crítica, como quiera que importa el 90% del total del trigo que actualmente consume, el 86,1% de la soya, el 67% del maíz, el 44% del frijol y el 57% del arroz. Por tanto, el incremento de los precios internacionales de productos como los cereales y las leguminosas, se trasladan directamente al consumidor, como ha venido sucediendo hasta ahora. O sea que a través del comercio internacional el país importa la inflación que se viene registrando a nivel global, la cual, indiscutiblemente, ha sido parcialmente amortiguada por la revaluación de la moneda que se ha operado en años recientes.
Las estadísticas oficiales (DANE) permiten poner en evidencia la manera como la evolución de los precios internos ha estado influenciada por los incrementos de las cotizaciones internacionales de los alimentos, bien porque los productos que importamos son más costosos o bien porque los precios de los productos producidos a nivel nacional han incorporado parte de los crecimientos de precios internacionales a través de las materias primas que son utilizadas en sus cadenas de producción o bien, como lo señalan algunos gremios de la producción agropecuaria, porque alinearon los precios internos con los externos en consideración a la coyuntura favorable que tienen los segundos. No sobra, desde luego, señalar que existen otros factores locales que jalonan el crecimiento de los precios de algunos productos como son los aumentos de algunos de los componentes de las estructuras de costos de los cultivos como son el incremento en el costo de transporte, tanto externo como interno, de los insumos utilizados en la agricultura para el control de plagas y enfermedades, y en la renta del suelo derivado de la competencia que se ha venido presentado por la utilización de las tierras más fértiles y mejor dotadas con infraestructura – vial y de riego - en cultivos con mayores expectativas de ganancia (biocombustibles).
Al respecto, las cifras del DANE son significativas: entre enero y mayo del año en curso se registraron los siguientes crecimientos de precios: arroz 15,0%, pastas secos 15,0%, pan 12,0%, aceites 16,0%, grasas 15,0% y plátano 15,0%; cabe señalar el incremento de la papa que fue del 105,7%[3]. Entre enero de 2007 y mayo de 2008, se registraron los siguientes aumentos de precios: arroz 16,6%, harina de maíz y otras harinas 22,9%, pastas secos 37,3%, cereales preparados 14,1%, cereales para sopa 26,0%, plátano 30,3%, frijol 14,6%, otras hortalizas y legumbres secas 52,9%, pan 22,0%, carne de res 19,8%, carne de cerdo 17,8%, leche 20,7%, aceites 42,6%, grasas 39,8% y panela 16,9%; durante este período la papa se incrementó en el 95,5%.
Frente a esta situación de crisis, el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural ha adoptado una batería de medidas que pretenden mitigar los impactos de algunos de los problemas observados, pero que no tienen una visión y solución de largo plazo como debiera ser, entre los que se destaca la reducción o compromiso de no aumento de los precios de algunos fertilizantes por cuatro meses (hasta finales de agosto del presente año), el otorgamiento de subsidios para estimular la producción y comercialización del maíz durante los dos semestres del año en curso y del frijol durante los años 2007 y 2008, así como la reducción de aranceles para facilitar la importación de arroz y de maíz blanco durante unos pocos meses de 2008[4].
Existe consenso, y esa es la preocupación que se tiene por el tratamiento que al problema le ha venido dando el Ministerio de Agricultura, que la situación de crisis mundial de alimentos y de incremento de precios no encontrará solución en el corto plazo. Sin embargo, se estima que en la medida que se mantengan los precios altos se podrían crear las condiciones que estimulen el crecimiento de la producción a través de la incorporación de mayores áreas en cultivos y de los resultados de los avances tecnológicos que se traduzcan en mejoras en productividad. Estos supuestos, que teóricamente pueden ser ciertos, están limitados por las mejores condiciones de rentabilidad de los productores de las ramas de actividad agropecuaria dedicados a la producción de alimentos, que son en últimas las que rigen las decisiones de inversión.
En el corto plazo se estima que la inflación que afronta el país continuará aumentando y por tanto la Junta Directiva del Banco de la República, por no abandonar el libreto impuesto por el Fondo Monetario Internacional para adoptar medidas monetarias encaminadas a cumplir la meta de la inflación objetivo, incumplirá por segundo año consecutivo la meta de inflación adoptada para el año 2008 y que por el contrario las decisiones tomadas encaminadas a aumentar las tasas de intervención no han provocado más que efectos indeseables sobre la atracción de capitales extranjeros, la revaluación y, desde luego, sobre la actividad económica nacional a través de la contracción de la inversión y del consumo. A la inflación de alimentos no se le puede continuar dando un tratamiento meramente monetario y por el contrario se deberían adoptar medidas que estimulen la producción agropecuaria, principalmente en las zonas de economía campesina (mayores productores de alimentos), se combata con firmeza los brotes especulativos y se adopte una política que supere los problemas estructurales de la agricultura, lo cual pasa por el mejoramiento de las cadenas de comercialización y la eliminación de la intermediación en partes de la cadena que solo encarecen los precios de los productos al consumidor.
El panorama que ofrece la crisis alimentaria sobre el futuro de los pobres en el mundo es cada vez más crítico por cuanto en la medida que los precios continúen creciendo los más pobres, que destinan una parte importante de sus ingresos a adquirir los bienes de la canasta básica de alimentos, no tendrán alternativa distinta a reducir la adquisición -en cantidad y calidad- de los bienes requeridos para satisfacer sus necesidades básicas, lo cual conducirá a incrementar sus condiciones de pobreza.
[2] Esta política generó en el sector agropecuario la caída de las áreas sembradas, el cambio en la vocación agrícola del país -al sustituir áreas en cultivos transitorios por cultivos permanentes (el trigo y la palma africana son buenos ejemplos en las dos direcciones)-, el moderado crecimiento de la producción y el modesto incremento de la productividad, la reducción del empleo en el campo, la caída de los precios de los productos agropecuarios y la pérdida de la rentabilidad de la actividad agropecuaria.
[3] El crecimiento de precios de la papa obedece, más que a factores externos, a comportamientos estacionales de este producto (modelo de la telaraña).
[4] Las medidas de reducir aranceles para importar arroz de Ecuador y de Venezuela no surtieron los efectos esperados por la decisión de estos países de limitar los flujos de este producto con Colombia.
En los meses recientes se volvió costumbre escuchar que alimentos es el grupo que viene jalonando el crecimiento de la inflación en Colombia y que en muchos países del exterior el desbordado incremento de los precios de los alimentos ha provocado violentos disturbios y más grave aún, que de continuar esta tendencia cerca de 100 millones de habitantes del planeta entrarán a engrosar las filas de los sectores de la población que se encuentra en condición de pobreza extrema, situación que pone en peligro el crecimiento económico y la estabilidad mundial, amén de convertirse en un factor de riesgo para el cumplimiento de los objetivos del milenio, de los cuales uno es el reducir a la mitad la pobreza en el mundo en el año 2015.